30 de octubre de 2011

No me asomo a la ventana que no es primavera

Y aun no me ha salido el sol...

Que entre tu y yo las estaciones se agolpan por dar paso unas a otras y no tienen la paciencia de durar tres meses. Nosotros que somos capaces de convertir diciembre en la más luminosa de las primeras y sin embargo sentir ese frío de no tenerte en pleno julio.
La poca fuerza, las ganas que a menudo se me van... me duele la cabeza de darle vueltas siempre a la misma historia, ¿o es el corazón?

Hola Otoño, dime que vas a ser neutro...
¿tú también nos vas a hacer daño?









...y que si llega el frío tenga quien abrigarme.

18 de septiembre de 2011

Un poquito de pesimismo.

Y cuando dejas de creer en reyes que se pasean el mundo entero en camello en una sola noche, o en un ratón con el síndrome de Diógenes obsesionado con coleccionar dientes, empiezas a creer en el amor. Te sacan de mil cuentos que carecen considerablemente de coherencia argumentativa para meterte en uno que tiene aun más fallos.
Que ya no quiero oir hablar de princesas, ni de príncipes atrapados en un sapo o viceversa. Que se acabaron los finales felices donde a todo el mundo le gustan las perdices, ¡que no! Que yo no como pájaros ni todo es de color de rosa para siempre. Que ya me llevé un disgusto cuando descubrí que el moreno del Baltasar de la cabalgata de mi barrio sólo le llegaba hasta las orejas. Y que desde entonces me prometí a mi misma no volver a llorar por historias que se inventen los demás creyendo hacer felices a un par de ingenuos. Vamos a aceptar la asquerosa realidad, que ya somos mayorcitos.

12 de septiembre de 2011

El agujero negro

Llevaba alredor de cinco minutos allí sentada. Las piernas entrecruzadas y la mirada perdida en el constante e hipnótico movimiento circular de la lavadora.
Allí abajo sólo se oía el fuerte tic-tac de un reloj que parecía querer imponerse sobre el repique de dos goteras y el sonido arrullador del centrifugado.

Una sueave brisa que provocó que la puerta al final de las escaleras se cerrase, me sacó de mi omnibulación.
Enfoqué la vista en mi vestido negro que no paraba de girar y girar, y entonces, volvió a invadirme la impaciencia por sacarlo de allí.

La bombilla, que colgaba sobe unos cuantos cables desnudos, era la única y tenue luz que iluminaba el sótano. De vez en cuando parpadeaba un par de veces seguidas, las chispas se unían a la orquesta del reloj y las goteras, y después volvía a lucir. Durante esas milésimas de segundo perdía de vista mi vestido, pero cuando la luz volvía a ser fija, me daba cuenta de que ahí seguía, sin parar de girar y girar.

Apoyé el codo sobre mi rodilla derecha, y sobre la mano, la cara. Entonces solté un largo suspiro de aburrimiento.

El charco creado por las goteras comenzaba a hacerse más y más grande, pronto llegaría a donde estaba sentada.
Levanté de nuevo la cabeza para ver aquella mancha negra girar y girar dentro del tambor.

Acerqué el dedo índice al agua derramada en el suelo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al tocarla. Estaba helada.

Me sobresaltó un suave cosquilleo que ascendía por el dedo meñique de mi otra mano. Al girar la cara descubrí cómo una minúscila hormiga hacía tremendos esfuerzos por llegar hasta arriba,

Juguetée con ella algún tiempo. Después, mis ojos volvieron a posarese sobre el vestido negro que no paraba de girar y girar. Debía quedar poco. Paciencia.

Un fuerte ruido sonó en el piso de arriba. Asustada, apoyé ambas manos en el suelo para levantarme.
Me despreocupé por completo de la hormiga. Mi mano derecha estaba totalmente sumergida en el frio charco.

La bombilla parpadeó de nuevo. Dos veces. Chispas volvierón a escapar de ella precipitándose al suelo, sobre el charco, sobre mi mano mojada.

De nuevo el cosquilleo, esta vez mucho más intenso.

A diferencia de las otras veces, la luz permaneció apagada. Ya no lució más.

Justo en ese momento cesó el ruido de la lavadora. El vestido había parado de girar. El silencio había inundad la habitación.

El reloj, sin embargo, volvió a emitir un tic, para después venir un tac, y un tic, y un tac...

8 de agosto de 2011

De cómo meter un papel en una botella

-Disfruta de lo que queda de verano, sal de fiesta, baila, emborráchate, pero controla ¡eh!, estudia, ah no, que eso me lo tienes que decir tú a mi, ponte morena, échame de menos y no te olvides de mi. ¡Ah, y tráeme algo!

-Vale, tú estudia.
Que va, pásatelo genial pero sobre todo acuérdate de mi, y llámame. ¿Qué quieres que te traiga? ¿Conchas?

-No, no, no... Arena de la playa. Arena dentro de una botella, pero de vino, de las verdes, que son más bonitas, y con un mensaje dentro donde ponga lo muuuuuucho que me has echado de menos.

-No me gusta el vino, ¿te vale de coca-cola?


Total, que mis vacaciones en la playa se resumen en robar botellas de los restaurantes y coger arena en un tupper. No sabía yo que te podían poner hasta tres tipos de botella de cristal de coca-cola, así que me dediqué a coleccionar las tres modalidades, sin preguntar en ninguno de los sitios si me las podía llevar.
Me había montado mil movidas mentales sobre mi manualidad. Sí, de esas que tienen la culpa de decepcionarte cuando lo has terminado.
Cuando tuve todo encima de la mesa del salón, puse la cocina patas arriba en busca de un colador, que no encontré. Y como la cosa iba de trabajos manuales me hice yo el mío.
Cuando ni un mísero cucurucho de papel me salió decente empecé a sospechar que quizás no me iba a quedar tan bien como pensaba.
Corté el pico del cucurucho (no mucho, no vaya a ser que formase una playa en el salón del apartamento), pero mi prudencia fue excesiva. Cuando vertí casi la mitad del tupper en el cucurucho tuve que esperar unos siete minutos a que pasase toda la arena por el diminuto agujero...
Cuando tenía la botella llena a la mitad cogí papel y un boli para dar rienda suelta a mi capacidad creativa (nótese la ironía). Al final terminé rellenando un papelajo de 2cm² con frases chorras y dibujitos de poca dificultad.
Ahora tocaba lo más dificil: meterlo en la botella.
Hecho un rulito lo introduje por la parte superior. Y echo un rulito se quedó dentro... (,zdfhliuv9vdb82!!!) ¿cómo podía haber cogido forma en una milésima de segundo?
Con ayuda de una cuchara de madera con un palo de unos 20cm que había encontrado al dejar la cocina como si hubiese pasado un circo, la cual encuentro bastante poco útil para lo que al arte culinario se refiere, pero perfecto para lo que yo la pensaba utilizar, clavé el papelito en la arena que ya había dentro e hice un intento de estirarlo.
Volví a coger mi estupendo cucurucho y le hice un agujero más grande. Luego lo puse de nuevo sobre el cuello de la botella y metí la arena que faltaba por echar.
Al mirar el resultado no había ni rastro del papelito. Si movias la botella con paciencia quizás podías llegar a leer el par de chorradas que ponía del tipo la canción de Bob Esponja. Y ahí es cuando volvió a aparecer para reírse de mi, la super hiper idea que me había hecho del souvenir chachi que le iba a regalar a mi novio. ¡Cuánto daño ha hecho Art Attack!

Así pues, más que un recuerdo le llevo un pasatiempos, y ya de pasó le podré contar que me tiré una noche hasta las 3 de la mañana pensando... ¿cómo coño meten maquetas de barcos ahí dentro?

25 de julio de 2011

Princesas

¿Sabes qué me jode también? Lo que más de todo... que no te puedan ir a buscar a la salida... A mí es lo que más me gustaría. Trabajar en un despacho de lo que sea, da igual, pero que me vayan a buscar a la salida. ¿Te imaginas? Y verle esperando desde la ventana, que sea muy, muy guapo y se mueran todas de envidia. Fíjate, ya sólo decirlo es la hostia: "Ven a buscarme". El amor es eso, ¿no? Que te vayan a buscar a la salida... El resto es todo una mierda, ni flores, ni anillos... por mí se lo pueden meter todo por el culo, pero que te vayan a buscar a la salida...

11 de julio de 2011

¿Alguna vez has abierto los ojos debajo del agua?


Al principio sientes cómo el frío te invade fuertemente la cabeza. Es una sensación extraña pero no por ello molesta. Entonces los ojos empiezan a escocerte, y te inunda un dolor de esos que se hacen soportables, de los que eres consciente a veces sí y a veces no pero que mueres por ignorarlo por no renunciar a lo que ese dolor te da a cambio, esa visión, esa sensación de ser otra persona, de ver cosas que nadie más ve. Le das la espalda y entregas al mundo tu sonrisa. Escondes los pequeños impulsos que te obligan a cerrar de nuevo los ojos y nadar en la oscuridad. Has descubierto algo nuevo que te gusta y que no quieres que se acabe, has abierto los ojos y una luz, tal vez cegadora, ilumina tu nueva vida.

Cuando el amor empieza a hacerte daño, luchas insaciablemente por seguir viendo maravillas bajo el agua y no perder la sonrisa. Al darte por vencido, bajas la mirada decepcionado y te preparas para nadar de nuevo en la oscuridad hasta tener el valor de abrir los ojos otra vez.

23 de junio de 2011

El arte de comer magdalenas.

Sigo un estricto procedimiento para comer magdalenas. En primer lugar le quito parte de la “montañita”. Sí, esa que esta un pelín más dura que el resto porque en ella se concentra el glaseado. Lo mordisqueo lentamente, pero la montañita es pequeña, y por tanto, el placer efímero.
El resto de la magdalena es más vulgar. Supongamos que nuestra magdalena es una pirámide gradual, en ella, la parte restante de nuestro bollo sería la más baja, como en una sociedad jerarquizada donde abajo se encuentran las clases obreras y el campesinado. Acabo de engullir al rey. Ahora con el resto del pueblo puedes hacer lo que quieras, mi consejo sonará algo cruel pero desde luego es el más rico de todos: ahógalo en leche.

20 de junio de 2011

Qué fácil parece a veces enamorarse.

¡Y mira que hay tontos enamorados en este mundo!
Conozco su voz en formato susurro y en formato gemido y en formato secreto.


Tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna.
Que sólo los sueños pueden posarse sobre las CINCO LETRAS de su nombre.

17 de junio de 2011

Papel y pluma.

El verano se presenta cargado de horas de maravilloso ocio en las que he decidido compartir con vosotros cada una de las descabelladas, inteligentes, curiosas, perspicaces, extrañas, divertidas, profundas, cariñosas y alocadas ideas que se pasen por esta cabeza tal vez algo atontada por el calor.